09 de mayo de 2011. Inèdit tiene como lema innovación para la sostenibilidad, pero ¿a qué se dedica exactamente?
Trabajamos en ecodiseño de productos y procesos, y herramientas de cuantificación del impacto ambiental a lo largo del ciclo de vida. Son metodologías ya conocidas en el mundo académico que se están trasladando cada vez más hacia el sector productivo. Las políticas ambientales hasta los años 90, y aún actualmente, han estado muy orientadas al enfoque de final del tubo (end of the pipe). Es un enfoque que consiste en evitar que la contaminación llegue al medio, pero no supone una mejora del producto en sí. Nosotros lo que hacemos -y por eso hablamos de innovación y sostenibilidad- es tener en cuenta, no sólo la fase de producción, sino todo lo demás, como la obtención de los materiales, el transporte, la etapa de uso y el final de vida.
¿Qué ofrece a los clientes? Y ¿cómo les traduce este lema, un poco general, en aplicaciones que puedan ver como útiles?
Lo que ofrecemos son nuestras capacidades para dar instrucciones muy específicas a los profesionales responsables de cada una de las fases de un producto: diseñadores, ingenieros, arquitectos. Por ejemplo, si se trata de una silla, cuantificamos el impacto ambiental de este objeto, desde el diseño, la elección de los materiales y de todo su ciclo.
De esta manera podemos detectar que, aunque la silla se haya hecho con materiales reciclados, no es apilable. En este caso esto representa un problema para la eficiencia en el transporte porque harán falta más contenedores para llevarla a otro lugar del mundo. Nuestro trabajo es advertirlo para que el diseño se pueda modificar y así redondear ambientalmente el producto. También puede ocurrir que, aunque los materiales sean correctos, la manera de ensamblarlos dificulte la posterior recuperación; pues en este otro caso también deberíamos detectarlo y ofrecer una solución.
Otro servicio consiste en ayudar a empresas que tienen como cliente una multinacional que les exige unas determinadas certificaciones ambientales. En este sentido les podemos facilitar la obtención de distintivos y ecoetiquetas. En definitiva, se trata de que los productos de las pequeñas y medianas empresas catalanas sean más competitivos a nivel internacional.
¿Qué tipo de clientes tienen?
Un 70% pertenecen al ámbito privado y un 30% al público.
¿Podemos hablar del trabajo con algún sector específico?
Un sector con el que hemos tenido bastante relación es el textil. Históricamente ha sido muy castigado y ha pasado por crisis sucesivas aquí en nuestro país. Las empresas que han quedado son las que han sido más innovadoras y ahora ven la cuestión ambiental como un factor más de competitividad. Hemos trabajado, por ejemplo, con una empresa catalana que fabrica tejidos quirúrgicos reutilizables.
Los que hay en el mercado actualmente son de un solo uso y están producidos por grandes multinacionales. Nosotros estudiamos el impacto de usar tejidos reutilizables y nos dimos cuenta que, por cada metro cuadrado de este tejido que se utiliza en una operación, se generan tres veces menos emisiones que con el de un solo uso.
¿Se da el caso, y más en el contexto actual, que algunas empresas puedan ver sus servicios como algo superfluo?
Muchas veces a la hora de cuantificar el impacto ambiental de un producto detectamos ineficiencias y, por tanto, la mejora en este aspecto supone un ahorro económico. Pero es verdad que en algunas ocasiones existe la percepción de que el aspecto ambiental es un sobrecoste, porque se ve como un añadido, como algo que se hace una vez el producto está acabado.
En cambio, si trabajamos desde el inicio, esta percepción ya no se puede tener. En el fondo se trata de aplicar el viejo principio de que prevenir es mejor que curar.
Así, ¿la crisis no es un freno para su oferta?
Las empresas que lo están pasando mal tienen como prioridad pagar las nóminas y cubrir los costes y estas cierran el grifo. Pero hay otras que no están tan apuradas y que están muy interesadas en innovar.
Es precisamente en los momentos difíciles cuando se debe plantear el futuro. Por otra parte, hemos realizado un estudio que concluye que las empresas catalanas y españolas ven que las posibilidades de innovar se encuentran precisamente en el ámbito de la sostenibilidad.
¿Cómo nació la empresa?
El proceso de gestación ha sido largo. Parte de un conjunto de personas que ya trabajábamos juntos en la universidad. En 2005 empezamos a hablar de la posibilidad de hacer la empresa y en 2009 el proyecto se materializó.
Somos un spin off de base tecnológica que sale de la universidad y tenemos un convenio de colaboración con el parque de investigación de la UAB que nos apoya en cuanto a la proyección, pero no a nivel financiero.
¿Condiciona positivamente a los profesionales el hecho de haber coincidido previamente en la universidad?
Sí porque nos conocemos de hace tiempo investigando y el hecho de converger todos en un proyecto como éste es una especie de culminación del trabajo conjunto. Por lo tanto, desde este punto de vista, el equipo es muy compacto. Eso sí, hemos tenido que hacer un cambio de mentalidad para pasar de una visión académica a una visión de ciencia aplicada en el mundo empresarial.
¿Qué tipo de profesionales trabajan en Inèdit?
Tenemos doctores en ciencias ambientales e ingenieros de producto para trabajar el ecodiseño tanto propio como de terceros. Nuestro trabajo se caracteriza por la dinámica propia de un equipo multidisciplinar, en el que todo el mundo aprende de todos, se aprende también a incorporar las observaciones de los otros profesionales.
¿Cuál sería su objetivo empresarial?
Nuestra vocación es hacer un equipo que pueda crear una transferencia entre el conocimiento que genera la universidad y la actividad económica. No nos interesa hacer una investigación excelente pero que luego esté desligada de las necesidades reales de las empresas y administraciones del país.
Por otro lado, el conocimiento que nosotros adquirimos trabajando en estas necesidades es muy importante porque también lo podemos devolver a la universidad, en el sentido de decir: "¿Por qué no desarrollan metodologías que sean útiles para las necesidades de las empresas? "
Por tanto, ¿el tópico del divorcio entre universidad y empresa todavía es cierto?
Se podría decir que progresamos adecuadamente. Hay empresas que ven como positivo el hecho de que vengas de la universidad y otras no tanto. Desde la parte de la universidad, en los últimos años detecto una voluntad de tocar cada vez más de pies en el suelo. Todavía hay, pero, un poco de desconfianza mutua entre los dos ámbitos.
¿Por qué esta desconfianza? ¿No debería ser evidente para las empresas que adquirir conocimiento les servirá para competir mejor?
Debería serlo, pero muchas quieren resultados inmediatos. Los timings del mundo de la investigación y de la empresa son a menudo diferentes. La universidad desarrolla, por ejemplo, un proyecto de investigación para el Ministerio o la Unión Europea en un plazo de tres años. En cambio para la empresa un plazo como éste es demasiado largo.
La universidad tiene que aprender a acercarse a unos ritmos adecuados a las necesidades de las empresas. Igualmente, las empresas deben entender que el conocimiento no se puede generar de forma inmediata. En todo caso, en el contexto de generación de empresas en el ámbito universitario, el proceso de convergencia y entendimiento entre los dos mundos se acelera.
Ahora que estamos perdiendo la industria autóctona de la moto, se habla al mismo tiempo de hacer motocicletas eléctricas. Pero ¿es tan sencillo hacer esta reconversión de la noche a la mañana? Lo digo por la cuestión del timing que citaba.
Es una transición complicada.
Es evidente que hay que ir hacia un sistema que ofrezca productos con menos emisiones y este sería un caso claro. Pero para mí el problema viene de que los impactos ambientales van mucho más rápido que la capacidad humana para responder a ellos, haciendo los cambios necesarios en la economía. La reacción está siendo mucho más lenta de lo que debería ser en relación al ritmo del cambio global. En resumen: vamos en la dirección correcta pero demasiado poco a poco.
¿Qué relación hay entre el vínculo con la Universidad y su capacidad innovadora?
No hemos dejado de dirigir tesis, pero evidentemente nos ganamos la vida haciendo los proyectos de Inédito. De todos modos, no podemos renunciar a esta vertiente de investigación porque tenemos que estar al día.
Hoy, por ejemplo, calcular la huella de carbono todavía es innovación, pero dentro de dos o tres años puede que lo más nuevo sea el cálculo de la huella hídrica asociada a un producto. La idea es estar muy seguros de lo que ofrecemos a las empresas y esto implica haber consolidado el conocimiento previamente.
¿Cuál es su participación en la evaluación energética de los equipamientos municipales de la provincia de Barcelona?
En el Pacto de los alcaldes los ayuntamientos se comprometen a hacer una reducción del 20% de las emisiones en 2020 y la Diputación de Barcelona tiene un papel líder en este proceso a nivel europeo. La Diputación tenía cientos de PAES con muchos equipamientos municipales analizados individualmente.
Nosotros hicimos un proyecto que consistió en tomar estos PAES y hacer un vaciado de todos los datos de consumo de equipamientos, para poder ver de forma transversal qué pasaba, por ejemplo, en las bibliotecas de la provincia de Barcelona. De esta manera pudimos observar datos como cuánta energía están consumiendo por usuario, o ver cuáles eran las bibliotecas que se comportaban de forma anómala en relación al resto, en cuanto al consumo.
O, al revés, detectar las que lo hacían muy bien para poderlas estudiar como referente.
Otros ámbitos importantes son la edificación y el urbanismo.
¿Qué pueden aportar?
Mi tesis doctoral iba precisamente de cómo podemos utilizar las herramientas de prevención ambiental como el análisis de ciclo de vida o el ecodiseño y a una escala mayor y más compleja. Las ciudades son un target prioritario de la innovación para la sostenibilidad porque son responsables de más del 80% de las emisiones de gases de efecto invernadero.
Es importante trabajar en la edificación, pero lo realmente interesante es hacerlo a escala de barrio. En definitiva, hay que encontrar la fórmula para hacer barrios que sean más autosuficientes, con más mixticidad de usos. En este sentido, hemos participado en proyectos como el ecobarrio de Vallbona, en Barcelona, junto con Barcelona Regional.
En este caso las propuestas concretas se basan en establecer objetivos ambientales para un barrio que sean posibles. En el ámbito del agua estamos consumiendo metros cúbicos de agua potable de la red cuando los metros cúbicos que nos caen del cielo, y que recibimos gratis, los evacuamos por el alcantarillado. Cuando haces balances de flujos en la ciudad te das cuenta de estas grandes ineficiencias y de las posibles soluciones.
¿En qué momento la innovación deja de serlo?
El ecodiseño hoy es todavía un tema de innovación, pero hay que esperar que en los próximos años el concepto desaparezca porque cualquier diseño ya incorpore por definición este criterio.
ecoticias.com
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