Cooperativistas protegen patrimonio forestal de la humanidad en Honduras

09 de mayo de 2011. Abilio Romero encabeza una cooperativa agroforestal que, además de aprovechar los recursos del bosque, frena la destrucción de la exuberante vegetación en una reserva de Honduras declarada patrimonio de la humanidad por la Unesco.


La Biósfera del Río Plátano, de 833.000 hectáreas equivalentes al 5% del territorio de Honduras y declarada en 1980 patrimonio de la humanidad por la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (Unesco), está en peligro por el avance de las explotaciones agrícolas.

Una misión de la Unesco, que inspeccionó la reserva situada a 400 km al este de Tegucigalpa, advirtió recientemente que la categoría de patrimonio mundial podría serle retirada si las autoridades hondureñas no actúan de inmediato para defenderla de los daños causados por los agricultores.

La reserva, que tiene 35 funcionarios, carece de medios y de personal para cuidar toda la extensión, por lo que fueron enviados 220 militares a la zona, cuya misión es decomisar la madera talada ilegalmente que es transportada en camiones.

Los agricultores y ganaderos “nos tienen amenazados”, lamenta Romero, presidente de la cooperativa agroforestal El Guayabo, una de las 12 existentes en la zona, creadas por iniciativa del Instituto de Conservación Forestal y Vida Silvestre (ICF) para tratar de frenar la destrucción de la floresta.

El ICF, que tiene rango de ministerio, recibe apoyo de la agencia de cooperación alemana (GIZ) para brindar asistencia técnica a las cooperativas, que están autorizadas a talar cierto número y tipo de árboles.

Gigantescos árboles de caoba son procesados en un taller de carpintería en el caserío de El Guayabo, donde los cooperativistas producen piezas de muebles y trozos de madera que son exportados a Estados Unidos para fabricar guitarras.

Abilio dice que ellos cuidan la sostenibilidad del negocio: “No se va a cortar un árbol si no está autorizado por el ICF conforme al plan de manejo”.
También tienen cultivos orgánicos, sobre todo de café y cacao.

Por su parte, las mujeres hacen pan, galletas, cereal y otros productos de la masica, llamada también nuez maya.

“Un ganadero obtiene una rentabilidad de 120 dólares por hectárea, mientras los cooperativistas hasta 2.500 dólares”, destacó el técnico de GIZ Holger Afflerbach.

“Se trata de juntar los tres pilares de la sostenibilidad: ecología, economía y desarrollo social”, subrayó.

Al tiempo que elevaron su nivel de vida, los cooperativistas se convirtieron en vigilantes para evitar que los adinerados terratenientes avancen expandiendo sus cultivos y destruyendo la mayor reserva hondureña.

La Biósfera del Río Plátano está formada por tres partes: el núcleo son 210.000 hectáreas de bosque virgen, hay una zona de amortiguamiento y un área habitada por unos 50.000 lugareños, entre garífunas (afrocaribeños) e indígenas tawahkas y pech, así como ladinos.

En el núcleo de la reserva viven panteras, ocelotes, guaras roja y amarilla, los que enfrentan los mismos riesgos que la exuberante vegetación por la acción de los agricultores inescrupulosos.

“Las tierras (de la reserva) están inscritas a favor del Estado pero de repente aparecen títulos (privados) en el Instituto de la Propiedad” a nombre de personas poderosas, lamentó el ministro del ICF, Trinidad Suazo.

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