31 de octubre de 2010. Aunque existe mucha incertidumbre y hay que esperar todavía a que se consoliden las tendencias, parece que el atún rojo, esta vez, ha sido ’salvado por la campana’. Tras años de malas noticias en los que su colapso parecía inevitable, los últimos datos obtenidos apuntan a una tendencia en el aumento de ejemplares jóvenes. Una puerta abierta a la esperanza en medio de un panorama tan sombrío. Quizá no sea demasiado tarde y aún la humanidad está a tiempo de recuperar la especie.
Esta evolución positiva ya ha comenzado a notarse en Baleares, una de las principales zonas de puesta del atún rojo en el Mediterráneo, pero ¿hasta qué punto se puede confirmar que, efectivamente, se está logrando invertir la tendencia? Tal vez este respiro sirva para que los científicos puedan estudiar a fondo la especie y encuentren las claves que acaben definitivamente con la amenaza de la extinción.
Medidas como el aumento de la talla mínima en las capturas –se elevó a 30 kilos de peso–, la progresiva reducción de las cuotas pesqueras y el mayor control, unido a otros factores independientes de la actividad humana, como que las poblaciones tienen sus propios ciclos naturales y que, casualmente, los modelos empíricos apuntaban máximos entre 2001 y 2010, han ayudado al atún rojo.
Prudencia ante todo
“Pero hay que ser muy prudentes, no bajar la guardia y esperar explica Francisco Alemany, investigador del Centro Oceanográfico de Baleares del Instituto Español de Oceanografía porque tras estos años de bonanza que han favorecido el desarrollo larvario, podemos entrar en una fase descendente y, justamente entonces, sería un momento muy peligroso para abrir la mano. Cuando un ejemplar supera el kilogramo sus posibilidades de supervivencia son altas porque, excepto el hombre, apenas tiene enemigos naturales”.
“Los túnidos tienen una especial querencia por los archipiélagos para reproducirse –comenta el investigador–. En el caso de Baleares se produce un escenario hidrográfico particular asociado al encuentro de dos masas de agua distintas: las atlánticas y las mediterráneas que al interactuar producen una serie de estructuras hidrográficas, como frentes y giros que podrían favorecer la supervivencia de las larvas”.
Pero la de Baleares no es la única zona de desove, existen otras como la del sur de Italia (alrededor de Sicilia), la turco-chipriota y la del golfo de Gabes (Túnez), y en éstas últimas existen muchas dudas sobre su control. Por ello, para sacar conclusiones globales y poder extrapolar estos resultados, según Alemany, habría que llevar a cabo campañas sinópticas en toda la cuenca mediterránea. De hecho, el próximo año se prevé la Comisión del Atún del Atlántico Norte (ICCAT) apoye un estudio a nivel general de todo el Mediterráneo.
Aunque se podría crear un santuario natural lo que quizás podría establecerse es una figura de especial protección, un área que sirva de fuente de información y datos útiles para la gestión global de la especie y en la que se tomen medidas para evitar que volvamos a las andadas y que puedan volver a repetirse situaciones pasadas”.
Usos perversos
Otra de las buenas noticias relacionadas con el atún rojo es que se han conseguido puestas de huevos en cautividad. En principio, este hecho es muy positivo, comenta Alemany, sobre todo porque da la oportunidad de incrementar el conocimiento científico de la especie, pero es un tema muy complejo y que requiere todavía mucha investigación.
El hecho de que se haya observado un cierto repunte debiera servir para reflexionar, investigar y tomar medidas efectivas para la conservación de la especie a largo plazo. Al tratarse de un pez migratorio, que se desplaza por aguas territoriales de diferentes países y aguas internacionales, la gestión no puede ser parcial, exige una comisión internacional y un compromiso conjunto de todas las partes que intervienen en el proceso.
Y que no se vuelvan a repetir usos perversos, como el de las jaulas de engorde que no se sometieron a un control estricto, que introdujo una nebulosa en el sistema que impidió que se pudiera realizar una evaluación del stock porque no existían datos fiables. “Hubo que recurrir a las hojas de ventas del mercado de Tokio porque era la información más cercana a la realidad”, concluye Alemany.
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