22 de septiembre de 2010. Siempre se ha hablado de teorías del ocaso de la humanidad. Los Maya y su calendario le pusieron fecha para el 2012, el tercer secreto de la Virgen de Fátima y sus supuestas catástrofes o las apocalípticas consecuencias de una gran Tercera Guerra Mundial. La lista es eterna. Lo cierto es que las hipótesis del fin del mundo son varias. Acá hablaremos básicamente de dos emblemáticas: El Reloj del Apocalipsis y la Extinción de las Abejas.
En pocas palabras, la primera habla de un final nuclear. Al respecto, Albert Einstein sentenció. “Yo no sé cómo será la Tercera Guerra Mundial, lo que sí sé es que la cuarta los hombres la disputaremos con palos y piedras”. Basados en este mismo temor, en 1947 un grupo de científicos atómicos de la Universidad de Chicago creó el Reloj del Apocalipsis.
Así es, un reloj que avanza y retrocede, siempre coqueteando con la medianoche: la hora final. En un comienzo los científicos acordaron que el reloj sólo anunciaría un apocalipsis nuclear, pero hace ya un buen tiempo considera también los cambios climáticos, entre otras amenazas.
La vez que el reloj estuvo más cerca de la medianoche fue en 1953. Esto debido a que Estados Unidos desarrolló la Bomba de Hidrógeno, la que para colmo probaron haciendo desaparecer un islote. Eso no fue todo. Nueve meses después la Unión Soviética ya tenía lista su propia bomba H. Claro, la tensión aumentó y el reloj marcó las 23:58 horas.
En contraste, la vez que el reloj se alejó más de la medianoche fue en 1991, justo cuando se declaró el fin de la Guerra Fría. Esa vez bajó hasta las 23:43 horas, ya que Estados Unidos y Rusia, protagonistas del conflicto, comprometieron un desarme nuclear.
Según publicaciones, la última vez que el comité –compuesto hoy por una docena de premios Nóbel -publicó la hora, fue el 19 de enero de 2010 y el reloj marcaba las 23:54, un minuto menos a la vez anterior.
Otra posibilidad del “cómo” la humanidad podría llegar a su fin, está directamente asociada a la vida de las abejas. Sobre esta hipótesis Albert Einstein también se manifestó. “Si la abeja desapareciera, al hombre sólo le quedarían cuatro años de vida: sin abejas, no hay polinización, ni hierba, ni animales, ni hombres”, sentenció.
La verdad, es que no le hemos hecho mucho caso a Einstein. En algunos lugares del mundo ya se han detectado desapariciones de colonias completas de estos insectos, lo que ha generado cierta preocupación entre la comunidad científica. Aún no hay certezas respecto a qué está provocando la disminución de la población de abejas, pero se presume que ciertos pesticidas son los culpables. Ya que muchas veces producen malformaciones y abejas torpes, consecuencia del veneno. Incluso, se han descubierto casos con tan mala salud que son expulsadas por sus pares de la colonia y otras, que ni siquiera son capaces de retornar a su colmena. Así de mal.
Pero los pesticidas no son los únicos sospechosos. La introducción de nuevas especies muchas veces conlleva nuevas patologías. Por ejemplo, durante la década de los noventa un virus llegó a terminar con un 90% de las colonias oriundas del sur de la India. Preocupante. Y eso no es todo, hay más antecedentes. Los apicultores de Estados Unidos también han denunciado algunas anormalidades. Ya que millones de millones de abejas han abandonado su colmena y han desaparecido sin dejar rastro por ningún lado. Este fenómeno ha provocado una baja de la cuarta parte de la población de abejas en el país.
A fin de cuentas, en políticas armamentistas y de intervencionismo animal, como individuos es poco lo que podemos hacer. Pero si nos informamos, alzamos la voz al unísono y rechazamos aquellos productos infestos a la hora de comprar, seguro que daremos un gran paso.
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lucioaranguren Says:
Buen artículo y buena pagina, felicitaciones.
Posted on 10 de octubre de 2010, 8:46