Cada vez son más los uruguayos que apuestan por una construcción de sus casas de una manera responsable y con una conducta puramente ecológica. El problema central es la inexistencia de una mano de obra para la denominada “bioconstrucción“.
Estas casas están elaboradas a partir de materiales naturales que permiten economizar la energía y no derrochar en materiales que perjudican directamente al medio ambiente. El uso de la tierra permite economizar en asuntos de energía y son una contribución más para mitigar los cambios climáticos.
La razón que empuja a este tipo de construcciones es evitar reducir el efecto estufa que producen las técnicas tradicionales de la construcción. También es posible generar dentro de ellas un ambiente agradable, aislado de temperaturas extremas. Sobre todo, permite la autoconstrucción y autoproducción de sus componentes, haciéndolo una labor más económica.
Una casa supone unos altos costes debido a la mano de obra, asesoría de arquitectos y otros profesionales ligados a la creación de viviendas desde cero. Gracias a estos materiales ecológicos, los costes de producción final se pueden ver drásticamente reducidos.
El liderazgo de la bioconstrucción comenzó en los años 90, cuando varios arquitectos empezaron a tomar en consideración la importancia de la explotación de la tierra. Además, la demanda de técnicas sustentables está en alza. Sin embargo, no existe un profesional cualificado especialista en bioconstrucción y tampoco un mercado de venta y producción de materiales ecológicos concretos.
“Hay mucha demanda por parte de la población y mucha gente se quiere animar a experimentar, pero las autoridades lo siguen viendo con recelo porque faltan normas técnicas para que los procesos de construcción sean óptimos y no experimentales”, asegura Rosario Etchebarne, una arquitecta latina especialista en bioconstrucción.
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