Las negociaciones han sido largas y duras y el resultado muy inferior a las aspiraciones iniciales. El azar jugó un papel importante en la reunión entre Estados Unidos, China, la India, Sudáfrica y Brasil, en la que se logró desatascar el diálogo en la cumbre del clima de Copenhague. En un principio, el presidente estadounidense, Barack Obama, sólo pensaba reunirse con Wen Jiabao, pero encontró al mandatario chino reunido con los líderes de los países emergentes.
“Ha habido mucha tensión”, ha declarado el presidente francés, Nicolas Sarkozy, para quien al igual que la delegación europea y Washington este acuerdo es mejor que nada.
Sarkozy ha explicado que en un momento dado llegaron a creer que uno de los grandes participantes, China, “estaba decidido a abandonar la conferencia”.
“Si no hubiera habido acuerdo, querría decir que dos países tan importantes como China y la India, que representan 2.500 millones de habitantes, sobre 6.000, estarían liberados de toda obligación”, añadió.
Una decepcionada Unión Europea aseguró que este pacto “no solucionará la amenaza climática”.
Por su parte, Barack Obama lo calificó de “un avance sin precedentes”, aunque reconoció que llevará tiempo y será “muy complicado” lograr un tratado vinculante.
“Lo más importante que podemos hacer en este momento, que empezamos a lograr algo, es construir una confianza entre las naciones desarrolladas y los países en vías de desarrollo”, dijo Obama.
Antes de tomar rumbo a Washington, Obama había recordado a los líderes mundiales que el tiempo se agota y que “debe haber movimiento por parte de todos”.
A la frustración de varios países latinoamericanos y los miembros de G77, se une la rabia de las ONG, ecologistas, expertos del clima y amplios segmentos de la sociedad civil por este acuerdo de mínimos.
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